En 1970, Richard Bach publicó una de las novelas más hermosas de la historia que ha hecho pensar a varias generaciones: “Juan Salvador Gaviota”.
Es un relato épico de una gaviota sobre su aprendizaje en la vida y en el volar, y un canto sobre el camino personal de superación, en no conformarse con ser gaviota que se limita a mantenerse en el aire y buscar alimento, sino en disfrutar de ello.
“Somos libres de ir donde queramos y de ser lo que somos, la única ley verdadera es aquella que conduce a la libertad, no hay otra”, dijo Juan Salvador Gaviota.
Juan Salvador Gaviota, era una gaviota distinta a los demás, tenía un sueño, un sueño sencillo pero para las gaviotas su sueño no era un sueño normal. Quería volar, y no como una gaviota normal, sino volar de manera especial, con acrobacias y piruetas, en lo alto, en la noche, hacer picados…
Para ello tenía que romper con las limitaciones establecidas por su bandada, porque sencillamente Juan quería volar, amaba volar y volar sin atenerse a lo que hacían los demás, hasta alcanzar la perfección.
Los sueños forman parte de la naturaleza humana porque a través de ellos, nos mejoramos, rompemos nuestros límites y conseguimos librar nuestro espíritu de las ataduras que nos impone una vida “normal”. A través de los sueños somos libres, alcanzamos el cielo, tocamos la belleza y desnudamos el alma.
Los sueños son el motor de la existencia humana y de sus mayores logros
No todos son iguales, hay sueños casi inalcanzables y hay otros que se tocan sencillamente al abrir los ojos. Todos son igualmente válidos aunque algunos cuestan más que otros. Es lícito y humano, preguntar por ellos, querer saber opiniones o debatir sobre sus posibilidades. Hasta aquí, todo normal.
Pero hay veces que los consejos, los discursos que nos dan y que no queremos se pueden convertir en una cárcel de la que es muy difícil escapar. ¿Cuándo los consejos se vuelven casi órdenes?
Desde tiempos inmemoriales hay un debate sin final entre los que afirman de que todo está predeterminado y dicho antes de nacer, y los que aseguran de que somos nosotros los que escribimos nuestro futuro y marcamos paso a paso nuestra vida. Es un debate sin fin, ya que será imposible dar, al menos en este mundo, con dicha solución.
Aún a pesar de ese debate, irresoluble, lo que sí es posible es controlar lo que está en nuestra mano, conducir nuestros pasos, llevar nuestra vida al destino que queramos.
Soñar no cuesta dinero, y si nos fijamos las metas que estos sueños nos dan, como un destino a alcanzar, sin imponernos restricciones que nos limiten el desarrollarnos como personas, estos sueños pueden darnos aquello que llamamos “felicidad”.
Tan importante es el destino, la meta, como el proceso para llegar a ella
El disfrutar admirando el paisaje hasta llegar al marco que queramos llegar; el disfrutar de un ser que nos atrae a un noviazgo o a su consumación, de ver crecer una semilla que se desarrolla hasta convertirse en un hermoso fruto, de disfrutar del sueño de una buena comida, o de aquellos pasos menores a un objetivo por el que nadie hubiese apostado.
Disfrutar del momento del paso a paso es esencial, porque si no aprendemos a disfrutar de las cosas pequeñas, observándolas, relamiéndonos en su belleza, en sus momentos, ¿que sentido tendrá el disfrutar de lo final y lejano?
Disfrutar de estos momentos, ayudará a evitar la frustración de no alcanzar la meta en objetivos cuasi-imposibles, ya que podremos decir, “lo luché”. Alguien soñó una vez en llegar a la Luna y lo dijo, y casi todos le dijeron que era imposible, que jamás llegaría, que se dedicase a las cosas a las que se dedicaban los demás y que dejase de soñar.
Ese sueño lo tuvieron muchos. No lo tuvieron fácil esos soñadores, pues siempre había voluntarios para cortar sus alas. “No pienses en eso”, “Orienta tu vida a algo real”, “Sé adulto ya”, “Trabaja y no sueñes”, “Deja tu mundo de hadas” y un sinfín de cosas más…. ¿te suena?.
Gracias a la persistencia, el sueño se fue convirtiendo en algo real hasta que un día Neil Armstrong desde el blanco satélite dijo en 1969: “Es un pequeño paso para un hombre, pero un gran salto para la humanidad”
La vida nos va dando valores, objetivos, algunos los cumpliremos y otros no, deja que te inspiren, que rellenen los huecos de tus sueños, que te hagan pensar, meditar, pero no dejes que los sueños o realidades de otras personas tapen, limiten, borren y anulen los tuyos.
Y Juan Salvador Gaviota nos enseñó que la única limitación que podemos tener es no intentar cumplir nuestros propios sueños. Y cuidado con tus miedos les encanta robar sueños.
Vuela gaviota vuela, vuela tus sueños.