Aquello que tú me haces sentir



En ocasiones nos sentimos mal con nosotros mismos. Forma parte de la vida. En ese intento de dar explicación a ese malestar, a veces, podemos identificar a otra persona como aquella que provoca lo mal que nos sentimos.
Pero, ¿Te has detenido a analizar objetivamente el porqué esa persona hace que nos sintamos mal?
Está claro que hay acciones (u omisiones) de los demás que nos molestan y nos hacen daño. En ese caso, comunicar la problemática con la persona implicada es la mejor forma de evitar problemas en el futuro.
En última instancia, expresar tu molestia o desagrado es lo que puede hacer que la persona involucrada pueda empatizar contigo, ambos podéis llegar a acuerdos constructivos, tener la oportunidad para defender derechos e inquietudes personales y, lo más importante, que pueda evitar problemas futuros.

Hablando se entiende la gente


Un error muy habitual a la hora de expresar nuestra molestia a otra persona es la elección de un momento en el que tenemos una alta activación. Estando bajo el control de la rabia y la indignación no estamos, por tanto, en la mejor posición ni en el mejor momento para analizar lo que ha pasado de una manera objetiva y señalar culpables directos de lo mal que nos sentimos y de tener en cuenta todas las causas que te han llevado a sentirte y pensar así.
Recuerda que siempre tienes la opción de comunicar a la persona con la que te sientes molesto/a tu petición de aplazar la conversación para más tarde pero, también recuerda, que no se quede en el tintero.
Cuando se trata de comunicar, las cosas no dichas, son un problema en sí mismas: enquistan el problema, nos hacen sentir cada vez más irritados y negamos la posibilidad a la otra persona de advertir y reparar aquellos comportamientos que te hacen sentir de esa manera.





Una conversación en un momento agradable, un entorno tranquilo y un abrazo de complicidad es una buena receta para superar malos tragos y establecer acuerdos.
¿Quiere decir esto que debemos andar quejándonos a cada instante? No hasta este punto. De hecho a la hora de hacer una crítica o pedir un cambio de comportamiento debemos recordar que hay determinadas cuestiones que pertenecen al ámbito personal de la otra persona y que, si ésta no quiere modificarlas y, objetivamente, no atenta contra tus derechos ni a los de otros es sólo responsabilidad del que las lleva a cabo cambiarlas o no.
Pero ¡ojo! , tampoco nos podemos escudar ni aceptar siempre al recibir una queja o petición de otra persona él: “yo soy así”. Si el cambio es viable, no atenta contra tus valores y realmente crees que puede hacer que mejore la relación y puedas crecer o aprender siempre es una buena opción para ponerte a prueba.
Como siempre, el secreto está en el punto medio y en no utilizar a los demás como espejo. Una cosa son nuestros problemas y otra distinta la influencia que los demás tienen en ellos.
Los espejos son interpretaciones que hacemos acerca de pensamientos, conductas, emociones y situaciones. Pero los reflejos pueden ser engañosos y estar empañados por nuestra historia previa, nuestro malestar propio y la visión del mundo que nos forjamos.











¿Es entonces aquello que tú me haces sentir o mi interpretación de aquello que siento?



La cuestión es hablarlo para conocer la intencionalidad real (si la hubo) de la otra persona, pues podríamos estar pasando por nuestro propio filtro lo que los demás dicen o hacen (o no dicen ni hacen). Analizar con detenimiento y de forma honesta: ¿qué pruebas objetivas hay a favor de aquello que pienso y me hace sentir de esta forma?¿qué pruebas en contra? ¿qué otros problemas están empañando los reflejos?.
Recordad: no leemos mentes por tanto no podemos ser conscientes de todo lo que ocurre en la cabeza de los demás
Hay mucho detrás de cada historia, por ello, no nos quedemos en la superficie del cuento e intentemos no juzgar por una sola frase al escritor, narrador y personajes. Seamos lectores sin prejuicios. 

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