Cuando nos encaminamos hacia un objetivo con esfuerzo pero con amor se produce un triunfo de la voluntad sobre el esfuerzo.
Todos sabemos qué es la voluntad pero muy pocos saben que hay dos especies distintas de voluntad:
1) La voluntad que se genera en el yo que hace un esfuerzo por querer. Con este tipo de voluntad la persona puede terminar abandonando su objetivo y llegar a la siguiente conclusión: puede que me falte voluntad ya que se genera un esfuerzo continuado que la persona no está dispuesta a soportar.
2) La voluntad que procede del ser profundo, de lo que verdaderamente somos, del sí mismo. Está más en consonancia con la voluntad de vivir. Esa voluntad no conoce el esfuerzo ni el sacrificio. En esa voluntad reside el amor, por lo tanto, cuando amas algo te diriges hacia ello de una manera natural aunque haya esfuerzo pero sin esforzarte porque hay un sentido, hay algo más profundo. Hay algo en el fondo de tu alma que te empuja hacia adelante y te anima a crear las circunstancias para que se encarne un anhelo, un proyecto o una visión. Nos conduce inexorablemente hacia nuestro destino. Es una voluntad de titanes isobornable y con un poder capaz de mover montañas.
Estamos en un momento de crisis. La palabra crisis viene del griego y quiere decir punto de inflexión o ruptura de escenario, es decir, una crisis, en sí misma, no es ni buena ni mala. Se rompe una falsa expectativa y una falsa certidumbre.
Crisis comparte etimología con crisálida: transformación del gusano en mariposa. Es el momento de explorar en nuestro interior para buscar esa meta que nos motive naturalmente hacia su consecución, con esfuerzo pero con amor, con esa voluntad de titanes que mencionaba más arriba que supone el triunfo de la voluntad sobre el esfuerzo.