Vivir en el pasado y repetir esa historia una y otra vez es estar preso en una gran celda que construimos nosotros mismos, y en esa celda a veces fría, otras enorme, otras vacía nos vaciamos, nos sentimos perdidos y por sobre todo nuestro espíritu se congela y nos paralizamos.
Muchas veces dejamos de apreciar los valores de la vida, los que están en el presente y dejamos que se escurran de nuestras manos los momentos más hermosos o maravillosos ya que no nos damos cuenta que están sucediendo hoy porque estamos viviendo en el ayer.
Somos grandes generadores de culpas y nos autocastigamos con ellas una y otra vez… Si hubiera dicho… Si hubiera hecho… Si hubiera… y ya pasó de qué sirve hoy lamentarse. Tal vez estamos viviendo y castigándonos por los errores cometidos y ya nada puede hacerse, ya es tarde… Salimos del pozo y como si no pudiéramos vivir de otra forma volvemos cada tanto a visitarlo, y allí nos ensuciamos nuevamente, nos embarramos y entonces ¿de qué sirvió alejarnos y limpiarnos? De nada… para nada.
Debemos enfrentar la vida mirando hacia adelante, el pasado… ya pasó, poco o nada puede hacerse pero sí podemos trabajar con nosotros mismos para que no nos tentemos y cometamos los mismos errores en el presente.
Sería maravilloso que todos podamos despertar a ese niño interior que llevamos dentro. El niño de la alegría, de la carcajada espontánea, de la caricia sentida… Ese niño que no está muerto, sólo está dormido y que necesita que nosotros hagamos algo para que su sueño no sea un sueño eterno.
Muchas veces dejamos de apreciar los valores de la vida, los que están en el presente y dejamos que se escurran de nuestras manos los momentos más hermosos o maravillosos ya que no nos damos cuenta que están sucediendo hoy porque estamos viviendo en el ayer.
Somos grandes generadores de culpas y nos autocastigamos con ellas una y otra vez… Si hubiera dicho… Si hubiera hecho… Si hubiera… y ya pasó de qué sirve hoy lamentarse. Tal vez estamos viviendo y castigándonos por los errores cometidos y ya nada puede hacerse, ya es tarde… Salimos del pozo y como si no pudiéramos vivir de otra forma volvemos cada tanto a visitarlo, y allí nos ensuciamos nuevamente, nos embarramos y entonces ¿de qué sirvió alejarnos y limpiarnos? De nada… para nada.
Debemos enfrentar la vida mirando hacia adelante, el pasado… ya pasó, poco o nada puede hacerse pero sí podemos trabajar con nosotros mismos para que no nos tentemos y cometamos los mismos errores en el presente.
Sería maravilloso que todos podamos despertar a ese niño interior que llevamos dentro. El niño de la alegría, de la carcajada espontánea, de la caricia sentida… Ese niño que no está muerto, sólo está dormido y que necesita que nosotros hagamos algo para que su sueño no sea un sueño eterno.
Volvamos a ese momento tan hermoso de nuestra infancia, despertemos a nuestro niño interior, vivamos como él nos enseñó, disfrutemos de la vida y no pensemos en el pasado una y otra vez…
Ese niño no lo hace, sólo siente, ama y sueña sin mirar atrás, sin pensar si disgustará a alguien con su manera de vivir, sin reparar si daña o acaricia, sólo vive y se entrega a la vida porque para él la vida es hoy: este presente.
Graciela de Filippis
Ese niño no lo hace, sólo siente, ama y sueña sin mirar atrás, sin pensar si disgustará a alguien con su manera de vivir, sin reparar si daña o acaricia, sólo vive y se entrega a la vida porque para él la vida es hoy: este presente.
Graciela de Filippis