Es un hecho que las relaciones son cambiantes y que el amor se acaba. Sabiendo esto, es natural que aceptemos que en un momento u otro pasaremos de un primer plano a un segundo e incluso a un tercero. Sin embargo, no es tan lógico que estos cambios sean de la noche a la mañana, ni en una relación en la que supuestamente hay amor.
Cuando vivimos esto en nuestra piel, comenzamos a estructurar una mapa mental con el fin de conocer cuáles han sido las causas de que esa persona pase de nosotros. Obviamente, la consecuencia directa de comernos la cabeza con esta historia es muy simple: acabamos montándonos una película que ni nosotros mismos nos creemos.
Intentamos excusar a la persona que nos ignora, que actúa de manera indiferente y que, incluso, nos hace daño. Aguantamos noches en vela, despedazamos nuestra autoestima, le decimos adiós al orgullo y deshacemos en migajas nuestro amor propio.
Al final, el panorama que tenemos ante nosotros resulta desolador: nos hemos destrozado y quien tenemos o teníamos a nuestro lado lo ha permitido e incluso potenciado. Pero eso sí, puedes estar por el suelo, pero no hay nada como tocar fondo para poder salir a la superficie.
En el mismo instante en el que te das cuenta de que llevas tiempo sin importarle a esa persona, te percatas de que a quien te debes dedicar es a ti mismo. Si cultivas esa relación, conseguirás crear una red de intercambios saludables a partir de los cuales nunca más podrán destruirte.
¿Cómo podemos saber rápidamente que en realidad no le importamos?
Jorge Bucay nos responde a esta cuestión con una bonita historia titulada “La Princesa busca marido”. Son solo tres minutos, merece la pena…
Al final, todo se resume en que alguien que no es capaz de evitarte un sufrimiento, no merece tu amor. Y es que el amor no entiende de protagonismos, ni de ideales ni de orgullos. En estas materias tendemos a hacer una playa con un grano de arena, lo que contribuye a la autodestrucción.
El amor es complicidad y compañerismo, lo que significa poder confiar en el otro. Amartambién implica una responsabilidad, la de hacer más llevaderos los malos momentos, la de de disfrutar de lo bueno, la ir de la mano y acompañar. Cuando todo esto falla, algo va mal…
“Cuando tú estás en una relación y te das cuenta de que pudiendo evitarte una migaja de sufrimiento, el otro no lo hace, es porque todo se ha terminado”
4 señales de que no te están valorando
1. No te evitan sufrimientos porque vale más su vida
El hecho de que valga más su orgullo, sus tareas o sus intereses que tu bienestar es un indicio de que algo va muy mal entre los dos.
2. No atienden a tus peticiones e incluso te hacen sentir culpable y egoísta cuando pides respirar
Se entiende en este punto y en el anterior que lo que necesitas no son “imposibles”. Es decir, que ni siquiera se respetan los principios básicos de una relación: dedicación y gratitud.
3. Los pequeños detalles brillan por su ausencia
Ya no compartís prácticamente nada. No porque tú no quieras, sino porque cualquier cosa va antes que vosotros dos o, mejor dicho, que tú. No tiene interés por hacerte sentir especial ni por mantener viva la llama del amor
4. No se preocupa por ti
Puede que sientas a esa persona más cerca de ti en las buenas que en las malas, aunque también es probable que no esté a tu lado sea cual sea la circunstancia. ¿Qué otro indicio te hace falta para darte cuenta de que algo no está yendo bien?
No merece la pena mover montañas por alguien que no mueve ni una piedra por ti. Es hora de comenzar a regalar ausencias a quien no te valora. Libérate y libera a tus emociones…