Los líderes de la Iglesia han desvirtuado el sentido de las enseñanzas de los grandes maestros religiosos tratando de enseñar conformidad y sometimiento y usando como armas el miedo al castigo y el deseo de recompensa.
Así, el hombre tiene una conducta moral no porque cree que es lo apropiado, sino porque Dios quiere que se comporte así. Si tienes alguna duda, consulta con los mandamientos en vez de consultar contigo mismo o con lo que tú crees.
Pórtate bien porque alguien te lo ha dicho y porque alguien te castigará si no lo haces, no porque sabes que ése es el comportamiento apropiado para ti. La religión organizada apela a tus necesidades de búsqueda de aprobación. Puede que el resultado sea la misma conducta que habrías escogido tú, pero no la habrás escogido libremente.
La experiencia religiosa más auténtica sería la de poder fiarte de ti mismo como guía y no necesitar la aprobación de una fuerza externa. Sería la religión del ser verdadero, en la cual el individuo determina su propia conducta basada en su propia conciencia y en las leyes de su medio ambiente que funcionan para él, en vez de permitir que alguien le dicte su conducta y decida cómo debe comportarse. Un estudio cuidadoso de Jesucristo nos demostrará que era un ser extremadamente realizado, un individuo que predicaba la confianza en uno mismo y no temía provocar la censura de los demás. Sin embargo muchos de sus seguidores han adulterado el sentido de sus enseñanzas haciendo de ellas un catecismo de miedo y de odio a uno mismo.
El Estado es otro buen ejemplo de institución que usa la búsqueda de aprobación como motivador de conformidad. "No confíes en ti mismo. No tienes los conocimientos ni capacidades para funcionar solo. Nosotros nos ocuparemos de ti. Nosotros cobraremos tus impuestos descontándolos de tu sueldo para que no te gastes el dinero en otras cosas antes de recibir tu factura de impuestos. Te obligaremos a tomar un Seguro Social porque tú serías incapaz de decidirlo por ti mismo; o de salvarte a ti mismo. No tienes que pensar por ti mismo; nosotros reglamentaremos tu vida." Y así vemos muchos gobiernos que van más allá de su responsabilidad de proveer a las necesidades esenciales de los ciudadanos y de gobernar a la sociedad.
Hay más reglas codificadas que gente para desobedecerlas. Si alguien decidiera hacer poner al día todas las normas que existen, descubriríamos que violamos la ley cientos de veces al día. Alguien ha decidido cuándo puedes salir de compras, y que no debes beber alcohol a ciertas horas o ciertos días. Hay reglas contra todo, incluso para lo que uno se tiene que poner a cierta hora y en ciertos lugares, sobre cómo puedes disfrutar del sexo, lo que puedes decir y por dónde puedes caminar. Afortunadamente la mayor parte de estas normas son inoperantes. De todos modos, la gente que elabora normas es gente que insiste en la creencia de que ellos saben más que el propio individuo sobre lo que le conviene a este último.
A diario nos bombardean con mensajes de nuestro medio ambiente cultural que nos estimulan a buscar aprobación. Las canciones que oímos a diario están llenas de mensajes líricos que nos instan a buscar la aprobación de los demás, especialmente las "bestsellers" populares de las últimas tres décadas. Esas letras dulzonas e inofensivas pueden resultar más dañinas de lo que uno piensa. He aquí una breve lista de títulos que envían mensajes declarando que algo o alguien es más importante que uno mismo. Sin la aprobación de ese alguien tan especial el "Yo" se derrumba.
- "No puedo vivir, si vivir significa estar sin ti."
- "Me haces tan feliz."
- "Me haces sentir como una mujer."
- "No eres nadie hasta que alguien te quiere."
- "Todo depende de ti."
- "Me haces sentir completamente nuevo."
- "Mientras él me necesite."
- "Si tú te vas."
- "La gente que necesita a la gente."
- "Tú eres el rayo de sol de mi vida."
- "Nadie me puede hacer sentir los colores que tú me traes."
- "Sin ti yo no soy nadie."
Podrías intentar hacer un ejercicio la próxima vez que oigas una canción que envía mensajes en busca de aprobación. Pon atención a las letras que reflejan la manera que te han enseñado a sentir, esto es, que no llegarás a nada si alguien te critica o te falla. Reescribe la canción para que encaje en un patrón mental de control de uno mismo en vez de la búsqueda de aprobación. Por ejemplo:
- Yo me siento mujer por mí misma; eso nada tiene que ver contigo.
- Yo elegí amarte. Debo haber querido hacerlo entonces, pero ahora he cambiado de opinión.
- La gente que necesita de la otra gente es la gente más desgraciada del mundo. Pero la gente que quiere amor y disfruta de la gente es la que logra ser feliz.
- Yo me hago a mí mismo muy feliz por las cosas que me digo a mí mismo respecto de ti.
- Yo soy el rayo de sol de mi propia vida, y al tenerte a ti, la hago brillar aún más.
- Yo puedo dejar de amarte, pero no quiero hacerlo.
Aunque es seguro que canciones así no se venderían, con este método al menos podrás empezar a cambiar la dirección de los mensajes inconscientes que oyes y que reflejan lo aprendido por la gente de nuestro medio cultural. Hay que traducir el "Sin ti no soy nadie" a "Sin mí mismo no soy nadie, pero el tenerte hace que este momento presente sea muy agradable"
Los anuncios de la televisión apelan de una manera especial al pensamiento condicionado a la búsqueda de aprobación. Muchos de estos anuncios reflejan los esfuerzos que hacen los fabricantes para manipular tu voluntad y lograr así que compres sus productos, reforzando la noción de que lo que la demás gente cree es más importante que lo que tú piensas.
Los anuncios de pastas dentífricas, desodorantes, enjuagues bucales y lacas especiales están llenos de mensajes psicológicas que te convencen de que tienes que buscar la aprobación de la gente y de que la manera de conseguirla es usando un determinado producto. ¿Y por qué usan los fabricantes ese tipo de tácticas? Porque les dan buenos resultados. Porque con ellas venden sus productos. Se han dado cuenta de que la gente tiene necesidad de ser aceptada y se aprovechan de esta necesidad creando pequeños anuncios que mandan los mensajes apropiados.
Ahí tienes una cultura que valonza y fomenta la necesidad de aprobación. No es nada sorprendente que descubras que le das demasiada importancia a lo que piensan los demás. Has sido condicionado en este sentido a lo largo de toda tu vida e incluso si tu familia tuvo conciencia de que necesitabas su ayuda para fomentar tu seguridad en ti mismo, los factores culturales de los que dependían les impidieron hacerlo como debían. Pero tienes que darte cuenta de que no tienes por qué aferrarte a este comportamiento de necesidad de aprobación.