La epilepsia es un trastorno crónico cerebral que afecta al equivalente de 1% de la población mundial y que es inducido por el incremento de la actividad eléctrica brusca y excesiva de las células del sistema nervioso (neuronas).
Éste cursa con convulsiones y movimientos corporales repentinos e incontrolados, que pueden tener un tiempo de duración de uno o dos minutos aproximadamente, en los que la persona puede perder la conciencia, y son denominados ataques epilépticos.
Muchos padres se preguntan sobre la forma cómo pueden ayudar a sus hijos cuando les sobreviene una crisis.
A continuación, se presentan las posibles causas de la aparición de la epilepsia, tipos, tratamiento y cómo atender a los niños ante este trastorno.
Posibles causas
Aunque en gran cantidad de los casos no se conoce la causa del mal, los factores genéticos son los más frecuentes, sean estos alteraciones de los genes o de los cromosomas que se asocian con la epilepsia.
Además, las irregularidades en el desarrollo cerebral y enfermedades metabólicas, influyen en la posibilidad de que el niño sufra las crisis.
También existen factores de riesgo adquiridos, como falta de oxígeno en el embarazo o parto, parálisis cerebral, tumores, traumatismos, enfermedades cerebro vasculares o infecciones ¡nmunológicas del cerebro de la madre.
Tipos
Los niños epilépticos suelen padecer alguno de estos tres tipos de crisis:
1. Rolándica. Es la más común en la edad escolar, un caso benigno, en el que el síndrome puede desaparecer por sí solo.
2. Ausencias. Crisis generalizadas que interrumpen la actividad, con mirada fija y pérdida lánguida del conocimiento.
3. Mioclónica. Procede de la información genética, y comienza entre los 12 y 18 años de edad en adolescentes sanos que no han sido diagnosticados con algún padecimiento neuronal.
Tratamieto y modo de atención
Para el manejo y control de la crisis epiléptica, lo primero es proteger al niño para que no pueda hacerse daño. Debe ponerse un objeto blando entre los dientes para evitar las lesiones por las contracciones de la mandíbula. También hay que apartar el mobiliario y los objetos peligrosos de alrededor del niño. No hay que tratar de impedir los movimientos durante la convulsión.
Se debe proteger de la posible aspiración de vómitos; en caso de que vomite, hay que girarle la cabeza hacia un lado y mantenerla así mientras duerme una vez finalizada la convulsión. Si el niño se pone morado o deja de respirar hay que girarlo lateralmente para mantener las vías respiratorias abiertas y evitar que la lengua caiga hacia atrás y tapone la vía aérea.
La respiración suele reanudarse espontáneamente una vez finalizada la convulsión. La reanimación cardiopulmonar básica es necesaria sólo ocasionalmente y nunca debe hacerse durante la crisis.
La convulsión tónico-clónica necesita asistencia médica inmediata, ya que suele necesitar intubación respiratoria, así como la administración de determinados fármacos normalmente por vía intravenosa en un primer momento. Cuando el estado epiléptico está controlado se pasa a emplear antiepilépticos por vía oral.
En cuanto al tratamiento estabilizador o a largo plazo, a veces no es necesario más que tratar las causas para detener las convulsiones, es decir, tratar las patologías causantes detectadas.
Los antiepilépticos prevendrán la aparición de nuevas crisis. Se emplean de forma individualizada y ajustando mucho las dosis en controles llevados a cabo periódicamente, ya que el umbral terapéutico está muy próximo a las dosis que producen efectos adversos indeseables graves.