Lo que mis padres no me enseñaron pero yo sí quiero transmitirle a mis hijos

Aunque cada vez es más común comer por separado, en casa quiero reivindicar el hábito de cenar en familia y resaltar 6 de sus beneficios


En mi familia no era habitual comer en familia. A mí no me parecía extraña esa dinámica porque era lo que me resultaba conocido. Pero cuando me fui adentrando en la familia de mi marido, que sí cenaban juntos, me resultó llamativo. Hasta ese momento no me había planteado lo extraño que me resultaba y todo lo que en mi familia habíamos perdido, a mi parecer, por no comer todos juntos sentados a la mesa.

Por eso, cuando formé mi propia familia, lo incorporé como hábito sin dudarlo. Y después de más de 10 años de aplicarlo, puedo confirmar que cenar en familia implica 6 grandes beneficios:
Fomenta la comunicación: Es el momento ideal para compartir todos juntos lo que nos ocurrió en el día. Los niños pueden plantear dudas o experiencias en las que todos podemos dar nuestro punto de vista. También fomentamos el aprender a escuchar al otro mientras habla y a esperar nuestro turno. Al mismo tiempo que incorporan nuevo vocabulario que escuchan de los adultos.
Inculca buenos modales: Los niños son esponjas que absorben e imitan lo que ven, por eso es el momento ideal para que incorporen buenos modales, como saber utilizar los cubiertos o comer con la boca cerrada.
Promueve una alimentación saludable: Si sabemos que vamos a comer en familia y le damos relevancia a esta costumbre, entonces también le vamos a dedicar el tiempo que merece a la preparación del alimento. De este modo, podemos incorporar vegetales y alimentos nuevos a la dieta de nuestros hijos. También podemos medir las porciones y evitar la “comida chatarra”.
Fomenta los hábitos de higiene: Porque la rutina de comer en familia implica ciertas costumbres para la previa y el después. Por ejemplo, el tener que lavarse las manos antes de comer o lavarse los dientes luego de cada comida, son hábitos importantísimos que conviene incorporar cuando somos niños, para que sea mucho más fácil mantenerlo a lo largo de los años.
Impulsa a la sociabilidad: Comer en familia, sentados a la mesa, implica mantener conversaciones, induce a nuestros hijos a comunicarse, a tener que interactuar. Ese hábito que se da dentro de casa, luego se traslada fuera de ella. Interactuar con los demás les resultará más natural, no se avergonzarán al hablar cuando sean invitados en una casa ajena.
Ayuda a fortalecer el vínculo familiar: Ayudar a preparar la comida, colaborar con poner y levantar la mesa, dialogar y aconsejar al otro en algo que necesite, son todos valores que fomentamos al darle importancia al comer en familia, refuerzan la unión.
Alimentarse es un acto de supervivencia, pero comer en familia es mucho más que eso. No se trata solo de saciar el hambre. En muchas ocasiones resulta ser el único momento en el que estamos todos juntos para compartir algo en común. No perdamos esta oportunidad para fortalecer ese lazo familiar que tanto amamos.

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