A los que ya no están con nosotros los llevamos en nuestro corazón, en ese rincón donde duerme lo eterno, ahí donde residen nuestros bienes más preciados.
Asumir la pérdida de una persona, su muerte, es algo que no es fácil para nadie y que, además, va a obligarnos a tener que desplegar una serie de estrategias para las cuales nadie nos ha preparado.
Hablemos hoy sobre ello.
Aprender a decir adiós
¿Cómo decir adiós a quien hace un momento estaba a nuestro lado? La muerte no entiende de razones ni aún menos de tiempos.
En ocasiones, se lleva a personas que aún no habían cumplido su “cuota de vida”, personas jóvenes que aún tenían cientos de experiencias por las que transitar y que, sin embargo, se han ido de nuestro lado dejándonos su vacío.
La muerte debería permitirnos una despedida. Tendría que ser como una estación de un tren, ahí donde ofrecer un adiós a nuestros seres queridos, dar un abrazo largo e intenso, decir esas palabras que siempre se quedan en el aire y que, en ocasiones, se convierten en auténticos pesares.
Ahora bien, puesto que es así como la vida construye su camino, hemos de adaptarnos a ella y entende,r en primer lugar, que no somos eternos, que todo esto que nos rodea no es más que un breve paseo. De ahí la necesidad de vivir cada día en la máxima plenitud.
Debemos conseguir que cada noche nos arrope sin tener cuentas pendientes, sin que se nos haya olvidado un “te quiero”, sin que el enfado nos obligue a descansar en la almohada con rencor.
Aprovecha cada instante con los tuyos al máximo, promueve la felicidad en cada uno de tus alientos cotidianos.
Aclarado este aspecto esencial, veamos ahora qué pautas debemos seguir para afrontar la pérdida de un ser querido.
Vivir el duelo
Estamos seguros de que ya has oído hablar del duelo, de ese proceso emocional que sigue a cualquier tipo de pérdida, ya sea una separación de pareja o, en este caso, la muerte de un ser querido.
Es vital que tengamos en cuenta el hecho de que para afrontar una pérdida es necesario gestionar múltiples emociones. Aquellas personas que decidan “sumirse” al instante en la normalidad de sus rutinas, sin reconocer el dolor, pueden acabar sufriendo algún problema el día de mañana.
Veamos ahora qué fases tiene el duelo:
1. Negación
¿Cómo aceptar que mi pareja ya no está? ¿Como asumir que ya no voy a ver más a mi madre, a mi hermana, a esa amiga del alma? Es muy complicado, y esta primera fase se basa en el impacto emocional de la pérdida, la cual no terminamos de creer.
2. Enfado, ira o incluso indiferencia
Debemos tener en cuenta que no todos reaccionamos igual. Hay quien estará indignado y lleno de rabia, enfadado consigo mismo, con los demás y con la providencia. Sin embargo, hay quien calla, quien es incapaz de llorar o evita “hablar de ello”.
3. Negociación
En esta fase vamos asumiendo determinadas cosas. Ese accidente, esa enfermedad… Ha ocurrido y de nada nos vale enfadarnos con el mundo. Ahora, ya aceptamos hablar con otras personas, vemos cómo pasan los día y, efectivamente, esa persona ya no está junto a nosotros.
4. El dolor
Aquí aparece el dolor en toda su crudeza y, como tal, hay que expresarlo, vivirlo, llorar y desahogar cuanto necesitemos. No permitas que nadie te diga eso de “no llores”, porque lo necesitas y las emociones debemos canalizarlas.
5. Aceptación
Lo creas o no, la aceptación llega. Acabamos asumiendo la pérdida y el vacío y, aunque sabemos que la vida ya nunca será igual, esta debe seguir con su ciclo y nosotras continuaremos nuestro camino sin olvidar.
Porque nuestros seres queridos siguen estando en nuestra memoria, y, sin lugar a dudas, se alegrarán al saber que abrimos de nuevo los ojos al mundo y nos permitimos la oportunidad de ser felices.
Claves para mantener la fortaleza y custodiar buenos recuerdos
- Ten en cuenta que, si el proceso de duelo se alarga ya más de 6 meses, y seguimos dominadas por un estado de tristeza en el cual, hemos perdido nuestra autonomía en el día a día, deberemos pedir ayuda profesional. Es importante.
- El día a día, así como las rutinas, la familia y los amigos, van a ser tu mejor apoyo. Poco a poco te dolerá un poco menos, y no debes sentirte culpable por ello, en absoluto.
Porque el recuerdo de esa persona va vivir siempre contigo. Forma parte de ti, de tu esencia, de tu ser y de cada uno de tus alientos. No pasa nada si vuelves a sonreír, porque él o ella estará en cada una de tus sonrisas alegrándose por que recuperes un poco de tu alegría.
- No te obsesiones con esos últimos días, con el recuerdo de la enfermedad, del accidente, de ese momento en que se fue de tu mano. Cada día deberás esforzarse en evocar los buenos momentos vividos, el cariño recibido, las palabras amables y sinceras… Céntrate en las emociones positivas.
- La vida es un viaje donde cada momento cuenta. Lo vivido en el pasado marca lo que eres ahora, así que esa persona es una pieza más de tu esencia vital. La llevas contigo, y lo harás siempre. Vive de nuevo en plenitud y con esperanza porque todo ese amor vivido marca también lo que eres ahora…