‘Mi madre solía decir que el amor nunca se malgasta, aunque no te lo devuelvan en la misma medida que mereces o deseas.
-Déjalo salir a raudales -decía-. Abre tu corazón y no tengas miedo de que te lo rompan. Los corazones protegidos, acaban convertidos en piedra’.
“El café de los corazones rotos” – Penelope Stokes.
El amor nunca se pierde o se olvida, se queda guardado en nuestro corazón. Y lo hace aunque no pensemos en él, aunque nos tapemos los ojos o aunque ese amor ya no tenga un puesto relevante en nuestra vida y en nuestra memoria.
En este sentido, el amor nunca deja de ser y de tener un sentido. Sin embargo, a veces, dar amor y no ser correspondido de la forma que necesitamos puede llegar a ser muy frustrante y desolador.
Es innegable que dar mucho y recibir poco también cansa. El truco está en no esperar nada de nadie, excepto de ti mismo. Lo que tenga que llegar, llegará, pero no a modo de pago idéntico e inmediato por nuestras acciones.
“Cultiva tu capacidad de dar sin descuidar tu capacidad de recibir”
Esto choca violentamente con la concepción que tenemos del amor como necesidad la entrega total y absoluta hacia el otro. Nos cuesta entenderlo, pero es necesario que dejemos atrás y desechemos la idea del amor de las películas Disney de “lo hago todo por y para ti y si te vas de mi lado ya nada tiene sentido”
No obstante, hay relaciones de pareja que están abocadas al fracaso por la ausencia total de reciprocidad y de gratitud. Esto es natural, pues la única forma de mantener despierto el amor es regándolo cada día.
Sin embargo, es necesario que hagamos autocrítica y analicemos si lo que esperamos de nuestra pareja es lo que nosotros haríamos o hacemos. Si esto es así, estamos destruyendo nuestra relación y haciéndonos daño nosotros mismos de manera gratuita. Cada persona es como es y da amor de diferente forma.
De todas formas, una ruptura protagonizada por la dependencia emocional significa la oportunidad de trabajar en eliminar nuestras necesidades y cultivar nuestro interior. Los corazones rotos se recomponen y llegan a generar preciosas historias de amor de gente que ama sin tener la necesidad de esperar nada a cambio.
El amor no se pierde, se transforma
Si bien no se trata de cualquier amor, sino del amor por uno mismo, del que sabe verse y ver a los demás con respeto y cariño. Así es que si quieres amor, da amor. Porque darlo es la mejor forma de recibirlo, y no necesariamente de los demás, sino de uno mismo.
El hecho de dar luz verde a nuestros propios sentimientos tiene una gran trascendencia, ya que nos hace sentir bien, capaces de amar y de ser amados.
“Lo que se siembra, se cosecha en abundancia”
Dicho de otra forma, abrir nuestro corazón y dar rienda suelta a nuestros sentimientos impide que nos convirtamos en piedras. Bien es sabido que las piedras ni sienten ni padecen y que les da igual frío que calor. Nosotros no somos piedras, somos corazones que andan, sienten y piensan.
Es obvio que no queremos vivir encerrados, por lo que no resulta muy inteligente ser nuestros propios carceleros y apresar los sentimientos que brotan con naturalidad.
“Uno puede elegir entre ser una persona feliz y optimista o ser una persona triste y negativa. Nadie es responsable de hacer a otro feliz o no. La elección depende de uno mismo.”
El amor propio es un trofeo que siempre está a nuestro alcance
Quererse es la mejor forma de ofrecer y de tener mucho que dar a los demás. En principio, si tienes pareja, disfrutarás mucho más de vuestra relación prefiriéndola que necesitándola.
Esto es complicado y al principio puede generar conflictos, ya que concebimos una relación amorosa y de pareja con una relación de dependencia emocional. Sin embargo, deshacernos de esas ideas preconcebidas y crear nuevos replanteamientos, ayudará a reavivar o a cultivar el amor, tanto el propio como el ajeno.
“Para amar hay que emprender un trabajo interior que solo la soledad hace posible”Alejandro Jodorowsky