Podemos ver que todos tenemos ideales. Esta es una parte normal de nuestra naturaleza humana: tener cualquier tipo de ideal de relaciones, de economía, de trabajo, de simplemente lo que llamamos altruismo, lo que nos gustaría hacer por el mundo, cómo nos gustaría que fuesen nuestras vidas, eso es normal.
Si tienes algún ideal, esperas obtener algo de realizarlo como: armonía, paz, satisfacción, crecer espiritualmente, etc. Lo podemos resumir en una sola frase: Sentirme Feliz.
¿Te dan cuenta que en el fondo los ideales solo buscan sentirnos felices, útiles, satisfechos a través de hacer algo por lo demás o hacer algo por el mundo?... ¿Que eso nos va a traer felicidad? Es lo que suponemos... vamos a ver si es cierto...
Entonces miremos la última pregunta que es la que nos va a aterrizar en la realidad de la vida... Si tus ideales no se realizan, ¿puedes ser feliz? ¿Quiénes encontraron que si mis ideales no se realizan puedo ser feliz?... ¿Y los que encontraron lo contrario: si mis ideales no se realizan no puedo ser feliz? Entonces tenemos que la mayoría piensa que aun no realizándose sus ideales, ello no es un obstáculo para ser felices. Otros piensan: Si mis ideales no pueden realizarse... ¡yo no podría ser feliz!
Observen bien que esas dos respuestas significan algo muy profundo a nivel espiritual: Si yo no puedo realizar mis ideales y al no realizarlos yo no puedo ser feliz, significa que mis ideales son un obstáculo para mi felicidad, porque si no se cumplen y no puedo ser feliz se convierte en obstáculo para lo que vine a hacer al mundo: a ser feliz y aprender a Amar.
Pero miremos la otra respuesta. Si mis ideales no se realizan y sin embargo puedo ser feliz, en ese caso mis ideales ni siquiera son importantes, no son necesarios.
Entonces nos damos cuenta que los ideales no son importantes, y que la cultura lo que nos ha vendido es una cantidad de limitaciones mentales, pues nos preguntamos por qué no somos felices, por qué no hay paz, por qué tenemos guerra, por qué tenemos problemas, y es que la cultura nos vendió ideas falsas y yo me las creí. Cuando yo aplico a la realidad de la vida una idea falsa obtengo un resultado que no funciona, entonces no funcionan las relaciones, no funciona la salud, no funciona la economía, no funciona la adaptación, no funciona nada. Soy infeliz, pero el problema está en que yo no sé hacerlo funcionar, no porque afuera haya algo incorrecto.
Los ideales que tenemos algunos de nosotros se realizan, pero si observan con cuidado, la mayoría no. Tenemos ideales pequeños, muy personales, de los cuales podemos realizar algunos... Pero nuestros ideales más grandes no se realizan, porque a nosotros nos gustaría que dejara de existir la miseria, la pobreza, la violencia, las enfermedades, muchas cosas que difícilmente se cumplen.
Fíjense cuál es la causa del sufrimiento desde ideales. La persona soltera que está buscando pareja, tiene en su mente un ideal de pareja. Ya se equivocó, así de sencillo. Llega a la realidad de la vida, y encuentra que establece una relación de pareja muy lejana al ideal que tenía... ¿Qué pasa con la persona? Entra en un estado de desilusión, en un estado de frustración, de apatía en el mejor de los casos, o si no, en un estado de agresión, de culpar a la otra persona porque no cumplió sus expectativas, sus ideales, “No es la persona que yo esperaba, esto no era lo que yo quería”... Se amarga la vida –le amarga la vida a la otra persona- y genera un proceso conflictivo que termina por lo general en una separación. ¿A qué se debe todo eso? A que la persona idealizó algo en su mente que estaba muy lejos de la realidad.
Ahora, debemos darnos cuenta que la resignación es una limitación mental, mientras que la aceptación es una comprensión de la realidad del orden del universo. Por supuesto que mientras yo no conozco el fondo -y es en lo que vamos a empezar a trabajar en este taller- yo puedo suponer que aceptar es resignarme, mas fíjense bien: si acepto algo que no he comprendido, no lo acepté, me resigné. Si yo de veras acepto algo, es porque lo he comprendido y si lo he comprendido, eso me libera.
Este primer ejercicio es muy importante para entender todo el sentido de la aceptología. Estamos diciendo algo clave: todos tenemos ideales porque la cultura nos enseñó que era importante, nos enseñó a plantear objetivos, a trazarnos metas. Nos dijo: “Usted tiene que tener propósitos concretos, objetivos específicos, y usted tiene que trabajar para cumplirlos...” El resultado que estamos nosotros verificando en la humanidad entera de este principio, es absolutamente lamentable porque lo que estamos viendo son sufrimientos, angustias, estrés, frustraciones, guerras conflictos, porque no se cumplen los ideales que tenemos en nuestra mente.
¿A qué creen que los estoy invitando en este primer ejercicio? A aceptar que idealizar significa no aceptar la realidad del universo, y cuando yo no acepto algo, el resultado de la no aceptación tiene un solo nombre: Sufrimiento, Culpa, Angustia, Agresión, porque yo culpo a los demás de que las cosas no me funcionan o me culpo a mí mismo de que no soy capaz; en ambos casos estoy cometiendo error doble. Ni los demás son culpables ni yo tampoco, hay algo más simple que eso: no sé cómo ser feliz y como no sé cómo ser feliz, trato de cambiar lo de afuera para sentirme feliz pero me estrello porque no puedo cambiarlo, porque lo que quiero no es el orden del universo. Ahí LA LEY aparece. ¿Qué necesitaría hacer yo para solucionar este problema?... ¡Renunciar a cambiar el orden del universo! Por eso vamos a hablar más adelante de la renuncia. Fíjense en algo, ahora mismo... Nuestra mente se resiste a aceptar no tener ideales... Eso significa que yo me resisto a ser feliz.
¿Sabe usted a qué vinimos al mundo? A dos cosas: a algo interno que se llama Aprender a Ser Feliz por Mí Mismo. La parte externa es a Aprender a Amar a los demás y a Servirles así como son, sin tratar de cambiarlos, porque si yo trato de cambiar a alguien no lo estoy amando, lo estoy rechazando, entonces son solamente dos propósitos los del Universo: Ser feliz por mí mismo y aprender a Amar y a Servir.
Me gustaría decir que una persona que no es capaz de ser feliz por sí misma, siempre, es una persona que tiene ideales porque está idealizando e imaginándose que hay otras personas, otras circunstancias, otros lugares con los cuales él podría ser feliz, o como suele pensar el ego... “me podrían hacer feliz”.
Le aseguro algo... no hay ninguna persona que te pueda hacer feliz a ti, a menos que seas tú mismo. No hay ninguna situación que te pueda hacer feliz a ti mismo a menos que la valores. No hay ningún lugar que te pueda hacer feliz, a menos que te adaptes a él. Por lo tanto, mientras yo no acepto la realidad de la vida como un orden perfecto, no puedo ser feliz, y el problema está dentro de mí, no está afuera. Yo no acepto lo que sucede y ese es el principio fundamental en que se basa esta nueva ciencia, la Aceptología.
Una persona que no es capaz de ser feliz por sí misma es un verdadero peligro social, porque cuando yo no soy capaz de ser feliz por mí mismo, entonces yo supongo que los demás son los que me van a hacer feliz. Los demás pueden llamarse pareja, hijos, padres, gobierno, compañeros, amigos, vecinos, circunstancias de la vida... Esas expectativas no se cumplen porque la felicidad no la voy encontrar afuera sino adentro, ese es mi primer error.
Hablemos de una relación: cuando la otra persona no cumple tus expectativas de hacerte feliz a ti, ¿qué sientes hacia esa persona? La culpas de que no es capaz de hacerte feliz, y “cómo no eres capaz, tienes la culpa de que yo no sea feliz. Y como tienes la culpa, mereces castigo y como mereces castigo, yo te agredo y ahí empieza la guerra...” ¿Se da cuenta que es un peligro para los demás quien no sabe ser feliz?
Entonces usted, ¿qué le gustaría: aprender a ser felices por ustedes mismos o seguir sufriendo el resto de la vida hasta que lo aprendan? El Padre no deja más opciones porque si no, nosotros no evolucionaríamos, y de evolucionar es que se trata la experiencia como ser humano.
El sufrimiento produce una situación que se llama saturación de sufrimiento. Cuando te saturas del sufrimiento, de la angustia, y dices, “¡No quiero sufrir más!”, entonces el Padre vuelve y te dice, “NADIE PUEDE HACERTE FELIZ A MENOS QUE TÚ MISMO LO HAGAS”.
Cuando yo no soy capaz de ser feliz por mí mismo y espero que alguien me haga feliz y me relaciono con alguien, ¿qué estoy compartiendo? Estoy compartiendo mi limitación y mis expectativas y la otra persona está haciendo lo mismo, ¿sabes cuál es el resultado de eso? Un choque violento de conceptos y de creencias, de no-aceptación, que produce un gigantesco conflicto que se llama desacuerdo, guerra, violencia, desarmonía... ¿De dónde surge? Surge de que yo tengo ideales.
Voy a hablar un poco más de relaciones e ideales. A consultarme viene una persona que no tiene pareja y me dice, ”Me siento muy mal porque estoy en angustia, en carencia, en soledad, y yo quisiera tener alguien con quien compartir mi vida...“ Mi primera pregunta es, ¿Cómo te imaginas a esa persona?, entonces hace un estereotipo mental de lo que se ha imaginado, y yo le respondo algo muy simple... “Mira, ya te equivocaste. Primero porque tu imagen mental no es real. Segundo, porque tu imagen mental es totalmente egoísta, y tercero, porque tú aspiras a que alguien te haga feliz: Ya tienes tres errores encima. Egoísta porque yo estoy pensando que alguien se adapte totalmente a mí para que me haga feliz a mí. No estoy pensando en hacer nada por la otra persona; ese es el problema del estereotipo idealizado. Ignorancia, porque no existe ninguna persona “perfecta”. Todos somos hijos de Dios, perfectos en espíritu. Pero perfección, de acuerdo a nuestro ideal estereotipado, no existe. Existen personas compatibles pero no iguales. Entonces ya me equivoqué en el segundo punto. Y por supuesto que si yo no soy capaz de aceptar a otra persona como es, porque ya tengo una persona en mi mente que no existe, entonces voy a entrar en un nivel de desilusión y al no saber de dónde viene el problema, voy a culpar al otro...”
¿Cómo se soluciona el problema?... No tengan ideales... ustedes dirán, “Si no tengo ideales, ¿entonces cómo me muevo en la vida? ¿Con qué voy a reemplazar los ideales?...”
Los ideales los vamos reemplazar por algo más sencillo, más hermoso y muchísimo más eficiente que son dos cosas:
- Valora tu capacidad de ser feliz por ti mismo.
- Valora todo lo que la vida te ha dado porque eso es suficiente para ser feliz.
Ahí ya entras a la vida con el pie derecho... mientras se siga idealizando encontraremos esto: Ten una expectativa y obtendrás una desilusión... Para no tener desilusiones es mejor no tener expectativas. Es decir, para no tener sufrimiento, no tengan ideales. Simplemente disfruten de lo que la vida va presentando, y aprendan a verificar lo que corresponde y lo que no corresponde.
Al entrar en este primer ejercicio de Aceptología, se nos desmoronan una cantidad de cosas: las metas, los objetivos, los ideales, todos esos procesos que nos enseñó la cultura se desmoronan cuando comprendemos esto, ¿con qué los vamos a reemplazar? Los vamos a reemplazar por una sola cosa. Por un propósito que es un proceso de desarrollo espiritual que llamamos: TENGO EL PROPOSITO DE SER FELIZ.
¿Metas? No necesito tenerlas. Lo que necesito es ACTUAR. Actuar con sabiduría con lo que la vida me está dando en este mismo momento.
Voy a poner una diferencia entre propósito y meta, solamente para ponernos de acuerdo en los términos. El término, puede tener cualquier acepción que ustedes quieran darle...
Imagínense que hay una persona en un lugar cualquiera y tiene frente a él cuatro caminos: norte, sur, oriente y occidente. No conoce ninguno. La persona dice, “Yo tengo la meta, el objetivo, de caminar hacia el norte”. La persona de pronto no sabe que su función no está hacia el norte, sino hacia el sur. No lo sabe; tiene que descubrirlo. Entonces empieza a caminar hacia el norte, y se encuentra con obstáculos porque ese no es el camino que a él le corresponde, pero como lo tiene como objetivo, entonces lucha, pelea, se empeña, y dice que hay que ponerle constancia y no le está poniendo constancia sino terquedad, porque tiene un objetivo: llegar al norte. Ahora, imagínense que la persona tiene el propósito de descubrir cuál es el camino el que le corresponde, dónde puede desarrollar su función, y puede ser feliz encontrándolo... Si la persona tiene el propósito de descubrir cuál es su camino y no la meta o el objetivo de ir por un camino, ¿es diferente o es igual? Bien diferente es, ¿cierto? Porque la persona que tiene el propósito de encontrar el camino, es la que está dispuesta a dejarse guiar, está abierta. Entonces listo, no sabe; camina hacia al norte y encuentra dificultades, conflictos. Entonces camina hacia el sur, y cuando encuentre el camino que le fluye dice, “Este sí es mi camino. Entonces se liberó. ¿Qué fue lo que hizo? Aceptó que los objetivos y las metas rígidas no sirven para ser feliz, porque no le permiten ubicar cuál es el camino que le corresponde en la vida.
La incertidumbre, si la reconocemos en el valor que tiene, significa: Yo No Sé.
Escoja una de estas dos frases: -Yo no sé (puede ser una evaluación de mí mismo en un momento dado –tengo una incertidumbre) pero como les parece esta otra: -Yo Creo que Sé (creo que tengo una certeza).
Si parto de la segunda respuesta, me vuelvo terco... porque, “Yo sé cómo se arregla el mundo, yo sé que es lo que los demás necesitan, yo sé cómo hacer que los demás sean felices...” Y no tiene ni idea, porque si el mismo no es feliz, entonces no sabe nada. Mientras yo no haya obtenido un resultado para mí, verificado por mí mismo, no sé nada. Noten que es mejor tener la incertidumbre que me permite descubrir la verdad, que la certeza de la ignorancia... “Yo creo que sé”, es grave... porque implica que la persona no está dispuesta a cambiar. Dice, “Yo creo que ese es mi camino”, y se va por allí sin escuchar a la vida que le está diciendo que no.
Esta duda se resuelve con algo que se puede medir. Midan el resultado... los resultados son medibles, ¿o no? ¿Los ideales son medibles? No. Los ideales no son medibles, los resultados de la acción sí, por lo tanto, los ideales son una cuestión del ego, de la ignorancia.
Volvamos al ejemplo de los cuatro caminos y los puntos cardinales. La persona actúa con un propósito de descubrir su camino, no de ser terco. El resultado le muestra si ese es el camino o no. A lo que no funciona, ¿cómo lo llamamos? Lo llamamos fracaso... y lo llamamos problemas... ustedes pueden verificar resultados en problemas de las relaciones. Ese es un resultado. Los problemas de salud, económicos, de ubicación, son otros resultados. Si yo obtengo esos resultados, estoy usando ignorancia e ideales. Si mis resultados son que no tengo problemas de relaciones, de salud, económicos, ni de educación, esos resultados me indican que estoy usando sabiduría.
Si los ideales a ustedes les traen problemas, cuando no se cumplen, ¿qué están usando? ¿Se dan cuenta que cuando una persona no está satisfecha con el hijo, con la pareja, con el compañero de trabajo, con el vecino, es porque lo tenía idealizado y obviamente ese ideal no es real, es un ideal egoísta que no se va a cumplir? Como no se cumplió, en lugar de decir “el problema es mío”, entonces lo que hace es culpar a la persona que no le cumplió sus expectativas, hasta ahí llega la paz de esa persona.
Vamos a observar ahora una secuencia:
Mis ideales se oponen a mi propósito general porque no me permiten ser feliz ni amar. No me permiten ser feliz porque no se cumplen mis expectativas, y no me permiten amar porque si yo no acepto a los demás como son, y si yo no acepto al mundo y al universo como están organizados, no puedo tener paz. Es decir, que no amo a algo, o no amo a alguien, si no lo acepto. Y lo que hago cuando no lo acepto, es querer cambiarlo o modificarlo... y no aceptarlo es lo mismo que no comprenderlo y no amarlo. Si tú quieres cambiar a alguien, no lo amas. Si le das herramientas para que él cambie, sin generar expectativas, sí lo amas. Pero, ¿cómo sabes lo que los demás tienen que cambiar? ¡No lo sabes! Sólo sabes lo que tú tienes que cambiar.
Idealizar es no aceptar la realidad. ¿Qué es lo que idealizas? Pues lo que no está sucediendo. Necesito renunciar a idealizar y empezar a trabajar con la realidad del universo, con mi propia realidad.
Vamos a ver la Secuencia de la Liberación:
Vamos a ver la Secuencia de la Liberación:
Creer en el Orden Universal: Al iniciar las experiencias en nuestras vidas, como no sabemos, lo primero que hacemos es creer y de ahí viene la fuerza de la creencia y la necesidad de las religiones, y de todos estos aspectos que son importantes en nuestra vida. A este primer punto lo llamamos Religión. Es indispensable en los estados en que no sabemos nada y necesitamos tener una fuerza interna que se llama la Fe, para podernos mover. Eso es lo que maneja una religión; cualquiera que sea.
Ciencia: Ya no es creer, sino saber ciertas cosas del Orden Universal. Decimos ciertas cosas, porque a la ciencia todavía le falta muchísimo por descubrir del Orden Universal. Sin embargo, lo que la ciencia ha ido descubriendo se convierte en sabiduría. Saber ciertas cosas, se llama ciencia.
Sabiduría: Es saber vivir de acuerdo con el Orden Universal. Seguir el Orden del Universo significa que tengo un nivel de sabiduría. Soy capaz de orientarme por la realidad de la vida y no por mis creencias, y tampoco es saber ciertas cosas que son parciales, sino algo más global. Saber vivir es saber aprovechar lo que la vida te ofrece para ser feliz y amar, y haciendo esas dos cosas tendrás éxito y prosperidad. Si eres feliz y sabes amar, el éxito es inevitable, la prosperidad es inevitable.
Aceptología: No es suficiente que yo siga el orden del Universo, necesito respetarlo. Yo puedo estar siguiendo el Orden del Universo pero no respeto a los que no lo están siguiendo, es decir no los acepto a ellos, entonces entro en conflicto con ellos. Es cuando la persona dice, “Pero es que yo sé que es lo bueno para ti”. Eso no es cierto, yo puedo saber de pronto lo que es bueno para mí pero no lo que es bueno para el otro. Entonces la aceptación es un punto muy avanzado, porque es cuando yo aprendo a respetar el orden del universo.
Maestría: Adaptarse al Orden Universal; emparejarse con todo lo que sucede. Es cuando ya dejas de luchar contra nada o contra nadie, porque tú ya no solamente respetas a todo y a todos, sino que te adaptas al lugar donde estás. Por eso es que no se nota la presencia de un maestro... En este punto alcanzamos el manejo perfecto de las leyes y se acaban la totalidad de nuestros problemas humanos.
En este momento, estamos dando un paso enorme. Nosotros ya no estamos para creer, porque sabemos que creer es parte de la ignorancia. Estamos para saber, pero reconocemos que la ciencia tiene conocimientos verificados muy limitados aún con respecto a la globalidad del universo. Aún no conociendo la experiencia científica de una verificación, a través de la sabiduría yo puedo dejarme orientar por leyes simples que llamamos lo que funciona y lo que no funciona... lo que es para mí y lo que no es para mí.
Tú vas a tomar un camino y la vida te pone obstáculos. Puede ser que tú no sepas la razón, lo que sí sabes es que si hay obstáculos ese camino, entonces no es el tuyo. Esa es la Sabiduría. La Aceptología consiste en que tú te das cuenta que caminas un camino que para ti muy satisfactorio, pero que otras personas no lo hacen y no tratas de sacarlos a ellos del suyo. Los respetas porque los estás aceptando en su experiencia y en su evolución. Y la Maestría es que yo me adapto a cualquier camino y soy feliz. Es cuando ya la persona tiene la capacidad de ser feliz por sí misma en todo sentido.
A estas alturas del taller de autoestima, estamos dando el paso del punto tres al cuatro. Hagamos una reflexión:
Hemos visto que dentro del Orden del Universo todo lo que sucede es perfecto y todo lo que sucede es necesario. Veamos el valor que tiene cada uno de los aspectos y las etapas que vamos recorriendo en nuestro desarrollo espiritual.
En la primera parte de nuestras experiencias de vida, cuando todavía no hemos verificado una cantidad de cosas, es indispensable creer. Esos niveles son manejados por los procesos religiosos, que son algo bastante necesario. Cuando una persona no tiene una creencia de Dios, y no tiene una sabiduría de Dios, puede caer en pánico total porque se siente solo en el Universo.
Como la sabiduría es algo que se desarrolla a través de un proceso de experiencias, y éstas inicialmente no las tenemos, necesitamos tener creencias fuertes. Mas esas creencias posteriormente se pueden convertir en obstáculos, si yo no soy capaz de modificarlas. Por ello, la religión cuando se combina con la ciencia es lo que nos da la sabiduría porque en la primera parte, yo creo; y en la segunda, aprendo a medir.
¿Qué es lo que hace la ciencia? La ciencia mide. La religión nos da una fuerza interior para avanzar, aun en medio de lo que no conocemos. ¿Cómo me muevo dentro de aquello que no conozco? Necesito tener una creencia fuerte y esa creencia se llama LA FE. Una persona en un cuarto oscuro lleno de obstáculos donde no tiene la posibilidad de ver nada, a menos que tenga fe, no se mueve por el miedo a estrellarse. El que tiene fe dice: “Yo creo que por ahí es, y se mueve...” y, por supuesto, se deja guiar por los ángeles que para ello están.
Ya la persona que sabe, no cree. Él dice, “Aun cuando no pueda ver con los ojos físicos, yo sé por dónde moverme”. Ya no necesita fe. La sabiduría nos empieza a dar mediciones a través de las verificaciones de resultados. Y la sabiduría, combinada con la Aceptología, será lo que nos dará la Maestría. A todos nosotros.
Inicialmente, estamos combinando la religión con la ciencia. De esa combinación va a surgir un nivel de sabiduría. Hoy en día es mucho más fácil que hace dos mil años poder explicar la realidad de la presencia de Dios, porque la ciencia con ejemplos contundentes, por comparación, nos permite identificar con sabiduría la presencia de Dios en lugar de creer en Él. Eso nos lo dio la ciencia, porque la ciencia permite medir.
Pero la ciencia no es suficiente sino como parte de la sabiduría. El hecho de que yo conozca ciertos principios científicos, aún insuficientes, no significa que yo tengo la capacidad de aprovechar lo que la vida ofrece para ser feliz. Necesitamos otro paso más que es aceptar que el universo ya tiene un orden y que yo no necesito cambiarlo sino aprovecharlo. Ahí ya entramos a los terrenos de la sabiduría.
Y la sabiduría combinada con la aceptación, repito, es la que nos va a dar la Maestría. La Maestría tiene una capacidad superior, porque no es solamente tener la capacidad de ser feliz por mí mismo, sino la de respetar las experiencias de los demás, aunque ellos no sean felices. Ahí, entramos en maestría.
Entonces significa que si yo aprendí a ser feliz, tengo la capacidad de mostrarle a otro cómo hacerlo, no imponerlo, mostrarle... si él quiere hacerlo. Para poder hacer eso, primero necesito aceptarlo, amarlo y respetarlo, y ya entramos a hablar de Maestría.
En este punto aspiramos a estar pasando entre estos dos puntos: sabiduría y aceptología, apoyándonos en la ciencia.
Seguiremos en los siguientes capítulos explorarando más del tema.