Madres: La gran tragedia de la Super Woman


Me lo dice mi madre, mis hermanas, algunas amigas, compañeras de trabajo, me lo dicen las miradas de algunas señoras desconocidas que me ven por la calle paseando con mi hija a los hombros y empujando el carrito del peque: estás hecho un padrazo, ¡qué buen padre eres! Es un halago sincero que aunque por supuesto me alegra recibir me deja un sabor agridulce en la boca.
En primer lugar porque pienso que esto de la paternidad es una carrera de fondo, algo así como una maratón y teniendo en cuenta que soy padre desde hace sólo 3 años ¿qué llevo recorridos, el primer kilómetro? Todavía tengo mucho trabajo por delante y muchas oportunidades para fallar estrepitosamente por muy prometedores que hayan sido mis comienzos.
En segundo lugar, me parece tremendamente injusto. ¿Cuantas veces le habrán dicho a mi mujer `¡qué buena madre eres!´? Pues no se lo he preguntado, pero supongo que pocas… muy pocas, y mi mujer como la mayoría de mujeres que conozco, es una auténtica madraza que hace por lo menos el doble o el triple de lo que yo hago.
Pero sólo yo soy el buen padre, y es algo que me fastidia especialmente por mi hija de tres años, porque de aquí a que ella crezca tenemos que cambiar todavía muchas estructuras mentales erroneas tanto hombres como mujeres para ir desterrando caspa como ésta que cubre los hombros de nuestro día a día.
Yo intento ser un buen padre, pero sinceramente no hago nada especial… o lo que yo hago no debería considerarse “especial”… o al menos no considerarse “especial si lo hago yo” y “normal” si es una mujer la que lo hace.
Eso es injusto.
Repasemos algunas cosas que hace mi mujer….
Por ejemplo mi hijo Mateo soy consciente de que además de pecho su madre le da de comer ya otras cosas, bastantes por cierto porque es muy comilón (prueba de ello son un 9,5kg con sus 8 meses recién cumplidos), pero yo no tengo ni idea de qué es lo que come, como tampoco sé lo que va a comer mi hija en la guardería el próximo lunes, ni si hay que comprar mantequilla, leche o huevos… Tampoco sé cuando nos toca ir la próxima vez al médico, ni a quién le toca la próxima vacuna, ni si esa es de las que cubre la seguridad social o no, tampoco sé exactamente de dónde ha salido toda la ropa que llevan mis hijos… así que no me preguntes “uy que camiseta más chula lleva tu hija… ¿donde la habéis comprado?“, porque como mucho te podré decir que la he sacado del armario, aunque técnicamente ni eso es cierto porque es mi mujer la que ha vestido a mi hijos esta mañana y todas las demás.
Así que ya llevamos alimentación, salud, vestimenta… una enorme laguna mental por mi parte. ¿Más? Por ejemplo vacaciones, yo no sé qué días cierra la guardería, pero mi mujer sí y lo organiza todo con meses de antelación para pedirse los mismos días en el trabajo. Hoy sin ir más lejos estoy en Salamanca y no sé muy bien como he llegado aquí, yo no he hecho ninguna maleta… y sin embargo ahora estoy en pijama.
Podría continuar pero la verdad es que me empiezo a sentir mal, y lo peor es que la lista sigue y sigue. ¿He dicho antes que mi mujer hace el doble o el triple que yo? Creo que debería ir revisando esa cifra…
Pero espera ¡yo soy el buen padre! Venga vamos con todas las cosas que me definen como padrazo, es hora de sacar pecho:
Todos los días llevo a mi hija a la guardería, pero la verdad es algo que no me lleva más de 15 minutos… porque la guardería está muy cerca. Además la tarea en si es muy sencilla, mi mujer me deja la mochila de la niña colgada en la puerta (con cosas dentro que ella mete), junto con el abrigo y si es miércoles con la mochila de natación (que tampoco sé lo que lleva dentro, de eso también se ocupa ella). Yo tengo que llevar a mi hija con los dientes limpios y peinada… aunque cuando voy muy apurado de tiempo a veces se me olvida peinarla (y aun así no importa porque las de la guarde seguro que le echan la culpa a la madre).
Recojo todos los días de la guarde a mi hija y espero con los dos niños hasta que mi mujer vuelve de su trabajo, porque por supuesto ella también trabaja. Luego yo me vuelvo a la oficina y ella se queda un tiempo al menos equivalente al que yo la he esperado.
Todos los sábados y domingos me llevo a los peques por las mañanas. Normalmente suelo salir de casa a las 9:30 y no vuelvo antes de las 12:30, si se da bien a veces no regreso hasta la hora de comer. Pero ella se los queda por las tardes, que es cuando yo aprovecho para ir al gimnasio.
En fin, algunas cosas sueltas más: cambio pañales, como ella; baño a los niños, ella los seca y los viste; nunca me pierdo una visita al médico y ella tampoco… en definitiva, podemos resumir con que mi mujer hace todo lo que yo hago y además muchísimo más.
Aun a riesgo de generalizar: el peso del hogar y los niños con letras grandes lo llevan ellas, le pasa a mis hermanas, a mis amigas, a compañeras de trabajo… las mujeres hacen diez veces más que nosotros (ahí lanzo mi nueva estimación), nosotros nos vamos a la cama con el resonar en nuestro ego de “¡qué buen padre eres!” y ellas sin embargo con una lista mental inagotable de cosas pendientes por hacer.
Acompañarme ahora en otra vuelta más de tuerca, porque aquí es donde esto se vuelve enfermizo y rancio: como otras muchas mujeres mi esposa  constantemente se flagela por todo lo que no haceporque no le da `más la vida´ (sin ir más lejos hoy hemos tenido una conversación al respecto)… y yo mientras tanto vivo más feliz que un regaliz: hago menos, me felicitan más, lo debo estar haciendo bien ¿no?
Por el contrario ella no lo está pasando tan bien, ni se siente tan satisfecha consigo misma: para empezar tiene grabada en la cabeza una imagen inalcanzable de superwoman que puede con todo, reforzada por continuos bombardeos desde el interior y exterior con todas las cosas que debería estar haciendo para ser una gran madre (tortitas con formas de corazones, fiestas de cumpleaños espectaculares, pan casero, salidas por el campo en familia, citas románticas con la pareja… y por supuesto recuperar la figura)… algo que evidentemente todavía no debe ser porque a diferencia de a un servidor a ella nadie le dice “¡que buena madre eres!”… de hecho probablemente la última vez que la felicitaron fue por “el padrazo” que le ha tocado de marido.
Estamos ante un pozo sin fondo de insatisfacción e infelicidad.
Más aun es una olla a presión, que puede estallar en cualquier momento. Por ejemplo cuando @superabs una preparadora física, nutricionista y madre publica esta imagen en su Instagram con toda su buena intención para motivar a las mujeres… y consigue precisamente lo contrario: las hunde más en la miseria porque ahora a la lista de cosas por conseguir hay que sumarle “un six pack” abdominal… AND NO EXCUSE.

Sinceramente tenía claro que quería escribir de este tema, pero según he ido desarrollando la entrada me he ido sintiendo peor conmigo mismo y con mi rendimiento como padre y marido.
Siento que estoy sólo arañando la superficie de este “gran asunto”: the elephant in the room marriage.

Tengo que escribir más sobre esto.



Articulos mas vistos de la semana

Artículos más vistos del mes