El pequeño Charlie Gard ya no puede ver, oír, comer o moverse por sí mismo. Y apenas tiene 11 meses de vida.
En abril el mundo se conmovió con la noticia de un bebé que nació con el síndrome de agotamiento mitocondrial, una enfermedad que sólo ataca a 16 niños en el mundo y que provoca debilidad muscular y, lamentablemente, la muerte. El pequeño, llamado Charlie Gard, sería desconectado según la autorización de la justicia británica al hospital Great Ormond Street, donde el pequeño Charlie estaba internado.
Así fue como Connie Yates y Chris Gad, padres de Charlie, comenzaron la lucha por salvar la vida de su hijo y acogerse a un recurso de protección para poder viajar a Estados Unidos y así darle un tratamiento experimental a Charlie, el que prometía extender su vida, informó Mirror.
Sin embargo, Victoria Butlet-Cole, defensora de los derechos de los niños, afirmó que este tratamiento sólo “prolongaría el dolor” del pequeño y así fue como en mayo la justicia británica nuevamente manifestaba su decisión de desconectar al bebé sin importar el recurso de protección que la familia Gard tenía.
Finalmente, y a pesar del dolor, los padres de Charlie han decidido desconectarlo y dejarlo morir, pues el médico estadounidense que iba a realizar el tratamiento, Michio Hirano, les aseguró que ya era demasiado tarde para tratar la enfermedad terminal del niño. Ellos estaban devastados.
“Ahora vamos a pasar estos preciados últimos momentos con nuestro hijo Charlie, que por desgracia no llegará a su primer cumpleaños, en menos de dos semanas. Mamá y papá te quieren tanto Charlie, siempre lo hemos hecho y seguiremos haciéndolo. Sentimos tanto no haberte podido salvar…”
-Chris Gard ante los medios de comunicación
Entre lágrimas, los padres de Charlie leyeron una carta de despedida para el pequeño y lamentaron no haber podido salvarlo, aunque manifestaron que seguirán queriéndolo.
Mientras tanto, ambos están pasando sus últimos momentos junto a su hijo, que pronto será desconectado definitivamente.
Al fin podrá descansar en paz y vivir en los corazones de sus padres.